Monday 6 October 2008


LA PARÁLISIS DEL GOBIERNO EMPUJA A PAKISTÁN HACIA LA DESCOMPOSICIÓN
El miedo a nuevos ataques terroristas se extiende por la impotencia del Estado

Ángeles Espinosa

El País, 6 de octubre de 2008

Pakistán está en guerra. Lo ha reconocido su presidente, Ali Asif Zardari. Más allá de la batalla contra la insurgencia en las zonas fronterizas con Afganistán, está en juego su identidad como país. Los ocho años de dictadura de Pervez Musharraf, la incompetencia de las élites políticas y la miopía de EE UU en la región han dejado a los paquistaníes divididos. Ahora que un civil retoma las riendas del Estado, la confusión paraliza las instituciones.

El ambiente es sombrío en Islamabad. No se trata tanto de los puestos de control policiales y las barreras de hormigón que salpican la ciudad tras el último atentado, como de la sensación de vulnerabilidad de los paquistaníes ante un Estado que, como describe Khalid Aziz, "apenas es capaz de ofrecer seguridad, justicia, participación o desarrollo humano". Aziz sabe de lo que habla porque durante tres décadas ha trabajado tanto en el Gobierno central paquistaní como al frente de la Provincia de la Frontera Noroccidental, desde donde se gobiernan las áreas tribales en las que hoy están puestas todas las miradas. De allí salió, según el ministro interino de Interior, Rehman Malik, el suicida que destruyó el hotel Marriott el 20 de septiembre.

"Ha sido nuestro 11-S", se apresuró a acuñar Najan Sethi, director del semanario Friday Times. Sin embargo, el horror de 54 muertos y 250 heridos por la detonación de 600 kilos de explosivos en el centro de la capital no ha generado la indignación que se podía esperar, ni en la gente, ni en los dirigentes. Muchos paquistaníes critican que, pocas horas después del atentado, el presidente Zardari se fuera a Nueva York con sus principales ministros, en lugar de quedarse aquí a explicar la situación; tampoco lo hicieron el resto de los líderes políticos.

Buena parte de los paquistaníes perciben la lucha que su Ejército libra contra los terroristas de Al Qaeda y sus simpatizantes locales como una guerra de Estados Unidos, con la que su país no tiene nada que ver y de la que sólo paga las consecuencias (11.129 muertos y 800.000 desplazados desde 2001). Bajo esa perspectiva, atentados como el del Marriott no son más que la merecida respuesta a las operaciones represivas de los uniformados. Una vez más, se ha puesto en evidencia la polarización del país entre liberales modernizadores e islamistas radicales.

(...) [artículo aquí]

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